EL NUEVO CONCEPTO DE SEGURIDAD INTERNACIONAL (I)
JORGE PALLARES BOSSA
La asamblea extraordinaria de Jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), reunida en Bariloche, a la que hicimos referencia en el artículo anterior, tuvo como tema de fondo: el acuerdo sobre las bases militares colombianas operadas por norteamericanos. En otras palabras, se trataba en la mediática como improductiva reunión de analizar el problema de la seguridad hemisférica y estando en el centro del debate, los Estados Unidos, de lejos la mayor potencia militar del planeta, también de cierta forma de la seguridad orbital.
Por cierto, que el tema de la seguridad internacional vive actualmente una etapa de transición conceptual del paradigma de la confrontación, que se impuso a lo largo del periodo de la “guerra fría” hacia otro más asociativo que las tendencias filosóficas liberales occidentales vienen promoviendo desde hace algún tiempo. Y es que el concepto de seguridad internacional que en 1945 se convirtiera junto a la paz en la gran preocupación de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ha tenido a diferencia de esta última, escasos desarrollos que la tornaban en algo ambiguo e impreciso que era imperativo determinar, como ha sucedido últimamente.
Ello ha ocurrido de esa manera, porque los Estados dejaron de ser el actor único en el desenvolvimiento de las relaciones internacionales en beneficio de nuevos sujetos de derecho, cuyo papel se relieva cotidianamente. En ese sentido, todo lo que lleve la impronta estatal, por ejemplo, sus representantes, suscita los naturales recelos con la consiguiente perdida de peso especifico en el escenario internacional, emergiendo así un nuevo modelo de diplomacia que la propia ONU, promueve y acoge y a cuyos actores reconoce una interlocución legítima, verbigracia las organizaciones no-gubernamentales de la sociedad civil. Por eso, se enfatiza ahora en nuevos contenidos que trascienden lo puramente estatal por insuficiente y que, sobre la base de aspectos que como los derechos humanos o el medio-ambiente, impone límites a cualquier institución que en defensa de la seguridad tradicional pretenda transgredir dichos principios.
La seguridad ha dejado de ser una preocupación de los ejércitos y la policía para convertirse en patrimonio colectivo porque ha incorporado nuevas dimensiones focalizadas en la noción de la seguridad humana que los más recientes documentos de la ONU, a partir de la “obligación de proteger” explicitan. Ese carácter de multidimensional debe abordarse desde una perspectiva amplia y compleja lo que entraña la incorporación no solo de nuevas variables sino de acciones compartidas aplicables a dicho fenómeno.
En ese sentido, deben entenderse las preocupaciones que Suramérica tiene en relación con el acuerdo militar colombo-estadounidense y no en la identificación de coincidencias ideológicas, que por lo demás, como se vio, no son en ningún caso uniformes. Si a eso, se agrega el nuevo enfoque que los Estados Unidos tienen acerca de las operaciones militares conjuntas contenidas en el documento denominado: “Capstone concept for joint operations”, al que nos referiremos en un próximo articulo, la actitud de Unasur es apenas explicable y por eso, lo más conveniente es que los propios estadounidenses pudieran aclararlo mejor.
La asamblea extraordinaria de Jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), reunida en Bariloche, a la que hicimos referencia en el artículo anterior, tuvo como tema de fondo: el acuerdo sobre las bases militares colombianas operadas por norteamericanos. En otras palabras, se trataba en la mediática como improductiva reunión de analizar el problema de la seguridad hemisférica y estando en el centro del debate, los Estados Unidos, de lejos la mayor potencia militar del planeta, también de cierta forma de la seguridad orbital.
Por cierto, que el tema de la seguridad internacional vive actualmente una etapa de transición conceptual del paradigma de la confrontación, que se impuso a lo largo del periodo de la “guerra fría” hacia otro más asociativo que las tendencias filosóficas liberales occidentales vienen promoviendo desde hace algún tiempo. Y es que el concepto de seguridad internacional que en 1945 se convirtiera junto a la paz en la gran preocupación de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ha tenido a diferencia de esta última, escasos desarrollos que la tornaban en algo ambiguo e impreciso que era imperativo determinar, como ha sucedido últimamente.
Ello ha ocurrido de esa manera, porque los Estados dejaron de ser el actor único en el desenvolvimiento de las relaciones internacionales en beneficio de nuevos sujetos de derecho, cuyo papel se relieva cotidianamente. En ese sentido, todo lo que lleve la impronta estatal, por ejemplo, sus representantes, suscita los naturales recelos con la consiguiente perdida de peso especifico en el escenario internacional, emergiendo así un nuevo modelo de diplomacia que la propia ONU, promueve y acoge y a cuyos actores reconoce una interlocución legítima, verbigracia las organizaciones no-gubernamentales de la sociedad civil. Por eso, se enfatiza ahora en nuevos contenidos que trascienden lo puramente estatal por insuficiente y que, sobre la base de aspectos que como los derechos humanos o el medio-ambiente, impone límites a cualquier institución que en defensa de la seguridad tradicional pretenda transgredir dichos principios.
La seguridad ha dejado de ser una preocupación de los ejércitos y la policía para convertirse en patrimonio colectivo porque ha incorporado nuevas dimensiones focalizadas en la noción de la seguridad humana que los más recientes documentos de la ONU, a partir de la “obligación de proteger” explicitan. Ese carácter de multidimensional debe abordarse desde una perspectiva amplia y compleja lo que entraña la incorporación no solo de nuevas variables sino de acciones compartidas aplicables a dicho fenómeno.
En ese sentido, deben entenderse las preocupaciones que Suramérica tiene en relación con el acuerdo militar colombo-estadounidense y no en la identificación de coincidencias ideológicas, que por lo demás, como se vio, no son en ningún caso uniformes. Si a eso, se agrega el nuevo enfoque que los Estados Unidos tienen acerca de las operaciones militares conjuntas contenidas en el documento denominado: “Capstone concept for joint operations”, al que nos referiremos en un próximo articulo, la actitud de Unasur es apenas explicable y por eso, lo más conveniente es que los propios estadounidenses pudieran aclararlo mejor.
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