¿GUERRA ELECTRONICA O INTERVENCION HUMANITARIA?
Jorge Pallares Bossa
Desde que Israel en 1967 atacara sorpresivamente a Egipto e inhibiera su respuesta militar en la “Guerra de los seis días”, la estrategia bélica cambió drásticamente. Hasta entonces, se decía, como lo había comprobado parcialmente la Segunda Guerra Mundial, que las guerras modernas no podían ganarse sin aviación. Esa confrontación armada comprobó que además del poder aéreo era necesaria la tecnología satelital y electrónica, que sirvió a los judíos para dejar fuera de combate en una sola correría al setenta por ciento de la fuerza aérea egipcia. En Libia, después de una semana de incesantes ataques las fuerzas de Gaddafi no tienen ya posibilidad de reaccionar al ataque de la coalición después de perder trescientos aviones en tierra y con las pistas de aterrizaje inutilizadas, pero si podrá hacerlo con los mal armados rebeldes que a dicha característica aúnan la indisciplina militar.
Entre tanto, los aliados continuarán deshojando la margarita entre atribuír las razones de su actuación al perfeccionamiento de la guerra electrónica o a la intervención humanitaria, para lo cual comenzaron por radicar la unidad de mando en cabeza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el organismo que desde el comienzo de las hostilidades debió ser el responsable de la iniciativa militar, que para eso fue instituido. De hecho, hasta ahora en Libia, los aliados han hecho gala del empleo de recursos electrónicos, desde el GPS de los satélites, que permite observar desde el espacio las placas de los vehículos, pasando por el “jamming”, que afecta el tiempo real de las comunicaciones hasta las técnicas de “engaño” y “radiación directa de energía”, que simplemente la destruyen, a juzgar por los partes de guerra de ambos bandos, en los que de un lado, se reportan cuantiosos daños en el enemigo, especialmente de su infraestructura y al equipo antiaéreo y del otro, solo se escuchan quejas, del que califican como un ataque injusto. De todas maneras, aunque parece obvio que en una guerra la primera baja es la información veraz, algo hay cuando el tono de los comunicados ha sido reiterativo.
Por su parte, la intervención humanitaria de que se habló al comienzo de la operación no ha sido vuelta a mencionar, pero con el paso de los días se prevé que volverá al primer plano de la actualidad. La intervención humanitaria fue planteada por primera vez por Hugo Grocio, el célebre jurista holandés, quien se refirió a ella en una de sus obras en 1625 mucho antes de que la creación de la Cruz Roja Internacional a comienzos del siglo XX desarrollara el humanitarismo. Después la institucionalización del Estado y la relevancia que cobro el principio de soberanía en el manejo de estas, acabó por promover el acatamiento de normas rectoras, como la de no intervención en asuntos internos. Sin embargo, la importancia que hoy tienen los derechos humanos como concepto nuclear de todo el derecho, ha renovado la intervención humanitaria, que vista desde la perspectiva con la que el Canadá las planteó en la ONU en el 2001 y la ONU aprobó en 2005, se conoce ahora como “responsabilidad de proteger”, con la que se quiere significar que los Estados deben salvaguardar a sus ciudadanos, pero si esto no se pudiere o no se quisiere se faculta a, la comunidad internacional en su conjunto, para ejercerla, que como tal es obligatoria, con base en el “Pacta Sunt Servanda” .
Es posible, que en el caso de Libia, y tal como la Resolución 1972 de la ONU lo plateó pueda llegarse en este caso a extremos que países como el de Somalia, Sierra Leona, Timor o Kosovo, tuvieron que sufrir. Desgraciadamente esa circunstancia solo sirvió hasta ahora para desacreditarla. Empero en los últimos años se ha ido fortaleciendo una conciencia que hoy le imprime un carácter imperativo y que no podrá ser eludida en El-Magreb.
Desde que Israel en 1967 atacara sorpresivamente a Egipto e inhibiera su respuesta militar en la “Guerra de los seis días”, la estrategia bélica cambió drásticamente. Hasta entonces, se decía, como lo había comprobado parcialmente la Segunda Guerra Mundial, que las guerras modernas no podían ganarse sin aviación. Esa confrontación armada comprobó que además del poder aéreo era necesaria la tecnología satelital y electrónica, que sirvió a los judíos para dejar fuera de combate en una sola correría al setenta por ciento de la fuerza aérea egipcia. En Libia, después de una semana de incesantes ataques las fuerzas de Gaddafi no tienen ya posibilidad de reaccionar al ataque de la coalición después de perder trescientos aviones en tierra y con las pistas de aterrizaje inutilizadas, pero si podrá hacerlo con los mal armados rebeldes que a dicha característica aúnan la indisciplina militar.
Entre tanto, los aliados continuarán deshojando la margarita entre atribuír las razones de su actuación al perfeccionamiento de la guerra electrónica o a la intervención humanitaria, para lo cual comenzaron por radicar la unidad de mando en cabeza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el organismo que desde el comienzo de las hostilidades debió ser el responsable de la iniciativa militar, que para eso fue instituido. De hecho, hasta ahora en Libia, los aliados han hecho gala del empleo de recursos electrónicos, desde el GPS de los satélites, que permite observar desde el espacio las placas de los vehículos, pasando por el “jamming”, que afecta el tiempo real de las comunicaciones hasta las técnicas de “engaño” y “radiación directa de energía”, que simplemente la destruyen, a juzgar por los partes de guerra de ambos bandos, en los que de un lado, se reportan cuantiosos daños en el enemigo, especialmente de su infraestructura y al equipo antiaéreo y del otro, solo se escuchan quejas, del que califican como un ataque injusto. De todas maneras, aunque parece obvio que en una guerra la primera baja es la información veraz, algo hay cuando el tono de los comunicados ha sido reiterativo.
Por su parte, la intervención humanitaria de que se habló al comienzo de la operación no ha sido vuelta a mencionar, pero con el paso de los días se prevé que volverá al primer plano de la actualidad. La intervención humanitaria fue planteada por primera vez por Hugo Grocio, el célebre jurista holandés, quien se refirió a ella en una de sus obras en 1625 mucho antes de que la creación de la Cruz Roja Internacional a comienzos del siglo XX desarrollara el humanitarismo. Después la institucionalización del Estado y la relevancia que cobro el principio de soberanía en el manejo de estas, acabó por promover el acatamiento de normas rectoras, como la de no intervención en asuntos internos. Sin embargo, la importancia que hoy tienen los derechos humanos como concepto nuclear de todo el derecho, ha renovado la intervención humanitaria, que vista desde la perspectiva con la que el Canadá las planteó en la ONU en el 2001 y la ONU aprobó en 2005, se conoce ahora como “responsabilidad de proteger”, con la que se quiere significar que los Estados deben salvaguardar a sus ciudadanos, pero si esto no se pudiere o no se quisiere se faculta a, la comunidad internacional en su conjunto, para ejercerla, que como tal es obligatoria, con base en el “Pacta Sunt Servanda” .
Es posible, que en el caso de Libia, y tal como la Resolución 1972 de la ONU lo plateó pueda llegarse en este caso a extremos que países como el de Somalia, Sierra Leona, Timor o Kosovo, tuvieron que sufrir. Desgraciadamente esa circunstancia solo sirvió hasta ahora para desacreditarla. Empero en los últimos años se ha ido fortaleciendo una conciencia que hoy le imprime un carácter imperativo y que no podrá ser eludida en El-Magreb.
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