¿HACIA UN NUEVO MULTILATERALISMO?
JORGE PALLARES BOSSA
La designación del Presidente estadounidense Barack Obama para el Premio Nóbel de la Paz, del presente año, ha provocado toda una avalancha de críticas, dada la circunstancia de que este lleva apenas nueve meses en el poder, por lo cual ninguna de sus promesas ha podido hasta la fecha materializarse.
Sin embargo, hay aspectos de la política exterior del Presidente Obama, que vale la pena analizar y que posiblemente llevaron al comité noruego a concederle tan importante distinción, como es, por ejemplo, el tema del multilateralismo. En efecto, no es poca cosa, que por primera vez el Presidente del país más poderoso de la tierra haya dicho que los Estados Unidos están dispuestos a sentarse en la mesa de negociaciones con quien fuere necesario para conseguir la paz. Los gobiernos estadounidenses se han caracterizado siempre por la hegemonía de sus políticas y así lo han practicado.
Y no solo eso, sino que además de desplazar por distintos ámbitos del planeta a su Secretaria de Estado, Hillary Clinton, haya ejecutado acciones que lo llevaron a reunirse en la Casa Blanca con representantes de los bandos enfrentados de Israel y Palestina y de países tan importantes como China y el Japón, a fin de afrontar de una vez por todas, la solución de temas tan espinosos como los de Medio Oriente, Irán, Corea del Norte o Afganistán. Esta postura, significa, sin duda, un cambio drástico que tiene que haber pesado en la conciencia del Comité del Nóbel para su concesión definitiva.
Todo esto supone, la apelación un nuevo multilateralismo, en el que los Estados Unidos no solo podrán contar con el concurso de Europa sino de un amplio espectro de naciones que incluyen a países como el nuestro. No se puede olvidar, que el unilateralismo que caracterizó la era Bush, fue el desarrollo de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2002, pero que este ya venía aclimatándose en la política norteamericana desde Reagan y Bush padre, por lo que la administración de Bill Clinton, no hizo cosa distinta a morigerar sus efectos y contraer con el multilateralismo un compromiso ambivalente, como se puso de presente, en la morosidad estadounidense con la propia ONU, que se proponía presionar sus decisiones. Sin embargo, la opinión del mundo académico, y en particular, el Center Of Internacional Cooperation de la Universidad de Nueva York, a la que por lo general, son más sensibles los demócratas, ha insistido en que el multilateralismo es más valioso para los Estados Unidos, no solo para alcanzar sus objetivos de interés nacional, sino para mantener su liderazgo mundial. Si a todo eso, se suma la crisis que golpea con rudeza la economía norteamericana se entiende el cambio de actitud que el carisma de Obama ha contribuido a fortalecer.
Todos estos factores, contribuyeron seguramente a la obtención del premio, no tanto por lo que el presidente norteamericano pudiera haber realizado, sino por lo que el cambio de postura representa para el planeta, al que no le queda otro camino que la acción conjunta en breve término, alrededor de problemas tan urgentes como la consecución de la paz, cambio climático o la reducción de las armas nucleares.
La designación del Presidente estadounidense Barack Obama para el Premio Nóbel de la Paz, del presente año, ha provocado toda una avalancha de críticas, dada la circunstancia de que este lleva apenas nueve meses en el poder, por lo cual ninguna de sus promesas ha podido hasta la fecha materializarse.
Sin embargo, hay aspectos de la política exterior del Presidente Obama, que vale la pena analizar y que posiblemente llevaron al comité noruego a concederle tan importante distinción, como es, por ejemplo, el tema del multilateralismo. En efecto, no es poca cosa, que por primera vez el Presidente del país más poderoso de la tierra haya dicho que los Estados Unidos están dispuestos a sentarse en la mesa de negociaciones con quien fuere necesario para conseguir la paz. Los gobiernos estadounidenses se han caracterizado siempre por la hegemonía de sus políticas y así lo han practicado.
Y no solo eso, sino que además de desplazar por distintos ámbitos del planeta a su Secretaria de Estado, Hillary Clinton, haya ejecutado acciones que lo llevaron a reunirse en la Casa Blanca con representantes de los bandos enfrentados de Israel y Palestina y de países tan importantes como China y el Japón, a fin de afrontar de una vez por todas, la solución de temas tan espinosos como los de Medio Oriente, Irán, Corea del Norte o Afganistán. Esta postura, significa, sin duda, un cambio drástico que tiene que haber pesado en la conciencia del Comité del Nóbel para su concesión definitiva.
Todo esto supone, la apelación un nuevo multilateralismo, en el que los Estados Unidos no solo podrán contar con el concurso de Europa sino de un amplio espectro de naciones que incluyen a países como el nuestro. No se puede olvidar, que el unilateralismo que caracterizó la era Bush, fue el desarrollo de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2002, pero que este ya venía aclimatándose en la política norteamericana desde Reagan y Bush padre, por lo que la administración de Bill Clinton, no hizo cosa distinta a morigerar sus efectos y contraer con el multilateralismo un compromiso ambivalente, como se puso de presente, en la morosidad estadounidense con la propia ONU, que se proponía presionar sus decisiones. Sin embargo, la opinión del mundo académico, y en particular, el Center Of Internacional Cooperation de la Universidad de Nueva York, a la que por lo general, son más sensibles los demócratas, ha insistido en que el multilateralismo es más valioso para los Estados Unidos, no solo para alcanzar sus objetivos de interés nacional, sino para mantener su liderazgo mundial. Si a todo eso, se suma la crisis que golpea con rudeza la economía norteamericana se entiende el cambio de actitud que el carisma de Obama ha contribuido a fortalecer.
Todos estos factores, contribuyeron seguramente a la obtención del premio, no tanto por lo que el presidente norteamericano pudiera haber realizado, sino por lo que el cambio de postura representa para el planeta, al que no le queda otro camino que la acción conjunta en breve término, alrededor de problemas tan urgentes como la consecución de la paz, cambio climático o la reducción de las armas nucleares.
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